Kamikazes

"Eran kamikazes con una bomba escondida debajo de la piel, justo al lado de ese órgano que bombeaba sangre y dinamita a partes iguales. Iban de músicos de la misma orquesta pero de diferente timbre, de acróbatas que saltaban de columpio en columpio sin red debajo, de actores que terminaban confundiendo papeles con realidad. Y así,

llegaron al punto clave. El de la explosión. Se perdieron nortes y las instrucciones de uso. Y dos corazones desequilibrados se quedaron sin voz y sin sentido de la orientación. Nadie los vio venir, ni siquiera ellos mismos fueron capaces de verse realmente. Se dejaron en unas manos que pusieron en marcha el temporizador de su propia bomba y ni ellos sabían qué cuenta atrás les faltaba. Quizás lo mejor hubiera sido alejarse, alquilar un búnker para no hacer ni hacerse daño y envolver al corazón en papel de burbujas, para amortiguar decepciones y las mil y pico caídas

(las libres

y las de a ras del suelo). Pero dicen que los kamikazes pierden la cabeza y se mueven por inercia. Y fue eso, su inercia la que les hizo saltarse toda distancia de seguridad".

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