Animalillos con dueño

"A veces pienso que no somos más que animalillos asustados, que acaban haciéndose daño sin querer. Sí, sin querer. Pero no te preocupes. Sólo es a veces cuando pienso así, sólo cuando me da por subirme a un árbol y contemplar desde lo alto todo el bosque. Porque es allí arriba donde puedes espiar a las fieras y ver que ellas también se asustan y hasta de su propia sombra. Esa forma terrorífica que la noche dibuja con la luz de las estrellas. Porque la verdad es que la mayoría tenemos el mismo dueño, el miedo, nos guste o no. Llámalo miedo al fracaso, cuando ni siquiera sabemos qué nos espera detrás de esa ventana que se acaba de abrir, sin darnos cuenta ni siquiera. Llámalo miedo a un futuro que no existe aún, por mucho que quieras predecirlo con tu bola de cristal empañada de deseos. Llámalo miedo a romperte, a romperte otra vez, en esos mil pedazos que tanto tiempo te llevó pegar y que aún hoy, sigues sin saber si perdiste alguno por el camino. Miedo a acabar solos, en un mundo en el que nadie nos comprende, y en el que todos pueden opinar, porque ver defectos en otros siempre será un instinto común. Y son estas, nuestras inseguridades, las que terminan moldeándonos a su imagen y semejanza. Así que no me extraña que, al final, seamos animalillos asustados que acaban haciéndose daño, sin querer cuando no se tiene la valentía para rebelarnos contra nuestro propio dueño".

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